Con los calores del verano, el cuerpo y la mente se adormecen, no tenemos energía para emprender grandes proyectos, el mero hecho de pasar el día sin que el aburrimiento se apodere de nosotros ya es todo un logro, por eso son tan importantes esas pequeñas cosas que hacen que los largos días de verano sean más llevaderos.
Desayunar a primera hora de la mañana a la sombra de la terraza de una heladería, sin prisas, leyendo el periódico, después de una noche bochornosa, para mi es uno de esos pequeños placeres a los que no pienso renunciar este verano.
La siesta o parón después de la comida en el lugar más fresco de la casa, y si es preciso echando mano de un ventilador o un aire acondicionado, es otro placer que en verano cobra máxima importancia, ayudándonos a pasar las horas del día más calurosas y reponiendo fuerzas para afrontar las largas tardes de verano.
Otro placer que solo nos podemos permitir en verano es coger las sillas y mesa de playa, unos bocadillos, y cenar en la orilla del mar, llegar a última hora de la tarde, y esperar que oscurezca, si además hay luna llena, la noche se vuelve mágica. En esta última luna llena, compartimos bocatas y velas con una amiga muy entrañable y sus hijos adolescentes, mientras esperábamos que la luna emergiera de las profundidades del mar, nos dedicamos a contar batallitas de nuestros años de juventud, dejando a los jóvenes boquiabiertos, ellos a su vez pusieron su granito de arena contando historias de miedo, que para hacerlo más real apagamos las velas y solo nos alumbraba las estrellas del firmamento, hasta que por fin hizo su aparición la luna, una luna naranja, espectacular, que sin serlo parecía una luna de sangre, ahí dimos por concluida la velada. Es otro de los placeres del verano.
He dejado para el final otra de mis pequeñas grandes cosas, que trae el verano, mis hijas llegan a casa, y es de las pocas ocasiones en todo el año que podemos compartir unos días todos juntos, para mi es el momento álgido del verano, puedo llevar a cabo todas y cada una de esas pequeñas cosas con ellas. ESO PARA UNA MADRE NO TIENE PRECIO.
Después de todo, no es tan aburrido el verano, solo tenemos que saber sacarle partido a esas pequeñas cosas, esos pequeños placeres que nos permiten ir pasando los días de calina.
Ana Magenta, Julio 2016